martes, 24 de octubre de 2017

Reflexión sobre cristianismo e islam - materiales usados en clase




Islam: sentido y creencias

Sentido

 La palabra Islām, de la raíz trilítera s-l-m, deriva del verbo árabe aslama, que significa literalmente ‘aceptar, rendirse o someterse’. Musulmán es una palabra árabe que significa «el que se somete (a Dios)». Musulmán es la persona cuyo credo religioso es el islam. La palabra árabe muslim, femenino muslima, significa «el sometido o entregado a la voluntad de Dios».

Creencias

a) Un Dios único

Así, la afirmación primera de la unicidad de
Dios está hecha inicialmente bajo forma de negación:
«No hay más Dios que Alá, y Mahoma es su
profeta» (Corán 7, 157). El musulmán creyente es el
que niega el culto a todos los ídolos: a los que Mahoma
derribó en La Meca y a todos los que renacen en
cada generación. El islam es protesta contra todo
politeísmo,
incluso contra la Trinidad de los cristianos.
Ese «Dios uno», que «no tiene igual absolutamente

 en nada», es Dios creador. «Ni ha engendrado
ni ha sido engendrado». Pero «su nombre está en el
fundamento de la creación, es el signo que edifica lo
existente». «A Alá le corresponde el acto de nombrar
y de borrar». Observemos en toda creación la
importancia capital de la palabra de Dios. Ella sola
es creadora. Y el nombre es lo que da la vida.
Por tanto, ese Dios creador es
omnipotente. Obra
según su voluntad. «A él no se le pide razón de lo
que hace». Es eterno y sobre todo
trascendente. Alá
es el totalmente otro, absolutamente distinto. «No
hay nada semejante a él». Inaccesible, está más allá
de toda descripción. En este aspecto no tiene sent
do ninguna teología musulmana y sería incluso tan
impía como la representación de Dios por imágenes.
Sin embargo, aunque distinto de los hombres,
ese Dios es
misericordioso con ellos. La misericordia
es uno de los atributos por el que se le invoca más
frecuentemente 8. Pero no el único. Se han señalado
99 nombres para dirigirse a Dios: «el poderoso, el
sabio, el viviente, el santísimo, el altísimo...» 9.
Finalmente, hay que repetirlo, ese Dios no ha
sido «inventado» por Mahoma. Es el Dios de
Abrahán, de Moisés y de Jesús, es decir, el Dios de los
judíos y de los cristianos. Así, pues, a la fe en Alá, el
Dios único, corresponde la creencia en los profetas.

b) anunciado por los profetas

Todos los profetas vienen de Dios. Por tanto, es
una obligación creer en todo lo que ellos dijeron en
su nombre. Algunos son sus
mensajeros, encargados
de transmitir a los hombres la voluntad de Alá. Así
fueron Abrahán, Moisés, Jesús y Mahoma. Otros, a
veces los mismos, fueron sus
monitores: Alá los envió
para avisar a la humanidad de los castigos que
habría de padecer por haber desobedecido su ley.
Noé, Lot, Abrahán y Moisés pertenecen a esta familia.
Hay otros tres puramente árabes: Idris, Salih y
Had. Mahoma pone también entre los profetas a
David, Elias, Eliseo...
El mismo, cuya venida habría anunciado Jesús
(Corán 61, 6), es el más importante y el último de
todos. Acaba la revelación, es su sello, el que pone el
punto final, el que la cierra. Por tanto, ya no habrá
profetas después de Mahoma. Todos los que pretendan serlo, serán unos impostores.

c) manifestado por los ángeles

Por debajo de los profetas hay otros servidores
de Alá: los ángeles. La palabra, de origen iranio,
como lo que representa, significa «mensajero».
Ocupan un gran espacio en el Corán, que hace de
ellos seres alados, asexuados, creados a partir de la
luz. El término que los designa, «ruh», equivale a
espíritus, «soplos» de Dios. Se les han confiado
varias misiones, que permiten clasificarlos.
En la cima de la jerarquía hay cuatro arcángeles:
Gibril (o Jibril, Djibrail), Mikhail, Israfil e
Izrail. Gibril, o sea Gabriel, es el Espíritu Santo
(«ar-ruh al qudus»), portador de las órdenes divinas.
Es él, el fiel, quien vino a anunciar a Myriam
(María) que daría a luz a un gran profeta; también
él es el que le confirmó a Mahoma la verdad de las
revelaciones antiguas. Mikhail (Miguel), encargado
de los bienes de este mundo, vela por la creación.
Israfil es el arcángel del juicio, que toca «los tres
trompetazos» de la resurrección. Finalmente, Izrail
es el arcángel de la muerte. Hay dos ángeles
dedicados más concretamente a cada hombre para
 le ayuden y cuenten sus buenas y sus malas acciones;
son «los ángeles de la guardia» que, en el día del
juicio, servirán de testigos y de abogados, frente a
Munkar y Nakir, los «interrogadores del sepulcro».
Además, hay
ángeles malos, destinados a tentar a
los hombres. Su jefe Ach-chaitan (Satán) o Iblis es
un ángel rebelde. Habiéndose negado a postrarse
ante el primer hombre, fue echado del paraíso. Se
vengó provocando la desobediencia de Adán y de
Eva, desterrados igualmente 10.
Este «ángel caído» dirige toda la tropa de los
demonios, los «jinn» (o djinns), creados de «fuego
claro» y no de luz. Invisibles, astutos y malévolos,
capaces de procrear y de unirse a los humanos, los
tientan y los atormentan. -Se preservan de ellos por
medio de talismanes.

d) «soberano del día del juicio»

Este atributo esencial de Alá constituye el cuarto
 artículo de la fe islámica. Excepto los profetas y
los mártires, ya en el paraíso, todo hombre será
juzgado personalmente. Al final de los tiempos, en la
hora «que rompe con estrepito», tras los tres trompetazos
de Israfil, todos los hombres comparecerán
ante Ala Le presentaran el libro donde están escritas
 sus buenas y sus malas acciones De hecho, cada
uno se verá a si mismo en su verdad. Entonces,
atravesando un puente «delgado como un cabello»
(la puerta estrecha), o bien caerá en el infierno, o
llegara al paraíso Asi Dios hará «salir al Viviente
de la muerte» y a «la muerte del Viviente» (Coran 3,
27)
Mahoma intervendrá personalmente en favor de
los creyentes, ya que «lo que Dios no perdonara es
que se le asocien otras divinidades» Los excluidos
caerán en un
infierno de siete pisos, un «fuego» que
exhala un «hedor tórrido», un «agua hirviendo» 12
Pero los justos, los «compañeros de la derecha»
(como dice también el evangelio) irán a descansar a la
sombra de los frescos jardines del
paraíso Ciertamente,
 el paraíso del islam es un lugar donde el fiel
«contempla el rostro de Dios», pero el Coran lo
describe como un lugar de delicias, a imagen de los
deseos escuchados del hombre del desierto arroyos
de agua fresca, bebidas y manjares abundantes y
exquisitos, mujeres de ojos de gacela, efebos diligentes
Solo los místicos ven allí un verdadero encuentro con Dios
Pero cabe preguntarse por el realismo del «firdawa»,
ese jardín de las delicias, ¿no se tratara solo de un simbolismo, dado que el hombre  no puede imaginarse la «visión de Dios» mas que por comparaciones?

e) señor del decreto

Dios es también el autor soberano del qadar, esa
decisión que desde toda la eternidad fija el destino
del hombre También esto es artículo de fe Pero
resulta difícil conciliar esta
predestinación con la
libertad del hombre, sin la cual Dios no puede considerarlo
como responsable de sus malas acciones
Este dilema de la omnipotencia divina y del h-
bre albedrio del hombre no es, sin embargo, exclusivo
 del islam Si el hombre es libre para obrar mal,
es que el poder de Dios es limitado Si no es libre,
¿cómo puede castigarlo Dios sin ser injusto? Pues
bien, Dios es necesariamente a la vez omnipotente y
absolutamente justo
Al islam le cuesta tanto más resolver esta contradicción
 cuanto que afirma con mayor vigor la
omnipotencia divina «Dios perdonara lo que quiera a
quienes quiera» «A Dios no se le pedirá cuenta
de sus acciones, el es el que les pedirá cuenta de las
suyas» (Coran 4, 52 y 21, 23)
¿Cómo afirmar al mismo tiempo que «Dios no
sera injusto con nadie»? Los comentaristas han
discutido mucho tiempo sobre esta aparente falta de
compatibilidad unos se inclinan por el libre albedrio
del hombre y otros por el fatalismo 13 Los mas
hábiles pensaron que Dios solo podía querer el bien
del hombre Y los ortodoxos acabaron diciendo
«La verdad viene de Dios, el que quiera creer, que
crea, el que quiera ser infiel, que lo sea» (Coran 18,
28) De este modo, el creyente se refugia en su fe
Esta no resuelve las contradicciones, pero las acepta
Y es esta aceptación lo que constituye la fe.



(Tomado del libro de Albert Samuel, Para conocer las religiones de nuestro tiempo,  Estella, 1989; pp. 154-156).

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